La Libertad Creadora

martes, noviembre 29, 2005

EN EL MISTERIOSO MUNDO CUANTICO:LA TEORIA DEL TODO

Hacia la teoría del todo

El premio Nobel de Física DE 2004 lo obtuvieron tres científicos estadounidenses por sus aportes teóricos a la física subatómica. En sus investigaciones describen las interacciones entre los «quarks», las partículas fundamentales que forman los componentes del átomo.
NOTA DE Verónica Engler (*)

Ese mundo de liliputienses formado por partículas subatómicas ha sido el tema de las investigaciones laureadas con el Premio Nobel de Física 2004. En el 2004, al igual que en el anterior -cuando el premio fue otorgado a tres investigadores que estudiaron la superconductividad y la superfluidez-, fueron premiados tres científicos que se destacan por sus investigaciones sobre fenómenos que tienen lugar en lo más recóndito de la materia: en esta ocasión, se trata de la fuerza que mantiene unidas a las partículas que forman los protones y los neutrones, llamadas quarks.
Los ganadores del premio (1,3 millón de dólares) son David Gross, de 63 años, de la Universidad de California, en Santa Barbara; David Politzer, de 55 años, del California Institute of Technology, y Frank Wilczek, de 53 años, del Massachussets Institute of Technology.
«El descubrimiento al que se le otorga este año el Premio Nobel es de importancia decisiva para nuestro entendimiento de cómo funciona una de las fuerzas fundamentales de la naturaleza, la fuerza que mantiene unidas a las más pequeñas piezas de la materia, los quarks», informaba la Academia sueca.
«Hoy sabemos que existen cuatro fuerzas o interacciones fundamentales en la naturaleza -introduce Daniel de Florian, profesor del Departamento de Física de la FCEyN-. Estas fuerzas son: la electromagnética, responsable de mantener ligados a los electrones y al núcleo en los átomos; la gravitatoria, que hace que los planetas orbiten en torno al Sol (y que los objetos caigan al suelo y no al cielo); la débil, responsable del decaimiento radiactivo de ciertos núcleos; y la fuerte o de color, que es la que se ocupa de mantener unidos a los quarks». Justamente, las investigaciones por las que fueron laureados este año Gross, Politzer y Wilczek se ocupaban de esta última fuerza: la fuerte.
Los trabajos de los tres científicos se dieron a conocer en la edición de junio de 1973 de la Physical Review Letters en dos artículos distintos -uno firmado por Gross y Wilczek, y el otro por Politzer-. Por ese entonces, Wilczek y Politzer todavía eran estudiantes de grado.

La fuerza fuerte

El descubrimiento de la propiedad que explica el comportamiento de los quarks dio lugar a la formulación de una teoría para las interacciones fuertes, que se llama Cromodinámica Cuántica (QCD, por sus siglas en inglés).
Lo que observaron experimentalmente Gross, Politzer y Wilczek a comienzos de los años 70 fue que estas pequeñas criaturas que pueblan el núcleo atómico se muestran indiferentes entre sí cuando se hallan cercanas, como si fueran organismos completamente libres. Pero los científicos también notaron que, cuando la distancia entre los quarks comienza a crecer, la atracción también aumenta y que, en fin, la libertad de marras es ilimitada sólo en apariencia. Es decir, que estas mínimas partículas nunca serán totalmente libres porque, cuanto más lejos están, más se atraen: su libertad es inversamente proporcional a la distancia que las separa.
«Los quarks interactúan muy fuertemente a energías bajas (cuando están separados por grandes distancias). Esto indica que están confinados dentro del protón debido a la gran fuerza que los une y es muy difícil separarlos -explica Florian-. Pero, a energías grandes (cuando la distancia que los separa es pequeña), la interacción decrece y se comportan como partículas cuasi libres. A esta propiedad se la llama libertad asintótica, porque los quarks se comportarían como si fueran completamente libres cuando la energía tiende a infinito».

El aporte teórico de los tres científicos estadounidenses vino a completar lo que en física de partículas se ha dado en llamar el Modelo Estándar, que describe las tres fuerzas (electromagnética, débil y fuerte) que gobiernan la realidad que existe en el diminuto cosmos atómico. Y se halla en la dirección de lo que los físicos teóricos denominan la «teoría del todo», capaz de proveer una descripción unificada de todas las fuerzas de la naturaleza, incluyendo la gravedad, sin importar la escala espacial -desde las fuerzas que gobiernan los movimientos al interior del átomo hasta los fenómenos que ocurren en la galaxia más lejana-. El punto de contacto para unificar la explicación de las tres fuerzas que incluye este modelo es una magnitud que se llama «constante de acoplamiento» -que mide la intensidad de la interacción- y que en diferentes situaciones puede tomar el mismo valor para los tres niveles. «Con el advenimiento de las teorías cuánticas modernas sabemos que estas ´constantes´, en realidad, no son constantes, sino que dependen de la energía del proceso», aclara Florian.
Lo que se pretende con ese desiderátum llamado «teoría del todo» es unificar todas las fuerzas existentes, para que todo lo que hay sea factible de entenderse como distintas manifestaciones de la misma fuerza. Pero ese objetivo todavía no se puede alcanzar con el Modelo Estándar, «ya que lo que permite es poner a las tres fuerzas en un marco común, pero siguen apareciendo como fuerzas independientes», explica el investigador. Además, la fuerza gravitatoria todavía queda afuera de este esquema totalizador.

(*) Centro de Divulgación Científica - FCEyN.

viernes, noviembre 25, 2005

SOBRE EL AZAR, EL DESORDEN Y LA FLECHA DEL TIEMPO .PROCESOS IRREVERSIBLES

El azar, el desorden y la flecha del tiempo
Por Eitel H. Lauría



El aporte del siglo XX al avance de la ciencia ha sido cuantioso por la abrumadora cantidad de descubrimientos, de nuevas disciplinas y de metodologías e instrumentos producidos y puestos al servicio de la investigación científica y el desarrollo tecnológico. No obstante, es muy probable que la historia ubique en el más alto nivel la revolución conceptual y filosófica asociada con las importantes teorías surgidas a principios del siglo, la teoría de la relatividad y la teoría de los cuantos, y con la formulación de inesperados y heterodoxos principios y enfoques tales como el principio de incertidumbre de W. Heisenberg y la teoría del caos.

A partir de ese conjunto de notables teorías y formulaciones, el universo descripto por la ciencia perdió esa olímpica imagen de organización inmutable, estabilidad y orden asociada con el espacio y el tiempo absolutos y con los sistemas de astros similares a los mecanismos de relojería por la regularidad y periodicidad de sus movimientos.

La ciencia clásica mecanicista y determinista de los siglos XVII, XVIII y XIX dio paso a una ciencia caracterizada, particularmente en los niveles atómicos, por la incertidumbre y las estimaciones probabilísticas. Asimismo, aun en el ámbito de las formulaciones clásicas, se puso claramente en evidencia que los sistemas físicos, cualesquiera que fueren sus configuraciones, pueden presentar situaciones de inestabilidad que derivan en movimientos caóticos.

Resumiendo, el mundo de la física del siglo XX es un mundo cuyas estructuras conceptuales y formulaciones matemáticas admiten la incertidumbre, la inestabilidad caótica y las estimaciones probabilísticas.

El principio y el caos

Por otra parte, en ese panorama de modificación profunda de principios y teorías, algo trascendente mantuvo su plena vigencia: el denominado segundo principio de la termodinámica. Su enunciado y su formulación tuvieron lugar en el transcurso del siglo XIX, con motivo de las investigaciones y de los estudios relativos a la naturaleza del calor, las máquinas motrices térmicas, la teoría de los gases y las transformaciones de la energía; algunas de las figuras más relevantes en el tema fueron Sadi Carnot (1796-1832), R. Clausius (1827-1888), J.C. Maxwell (1831-1879) y L. Boltzmann (1841-1906).

El segundo principio de la termodinámica establece que en un sistema o recinto energéticamente aislado, es decir, sin intercambios de energía con el medio exterior, todas las diferencias de temperatura tienden a anularse espontáneamente. Por ejemplo, si se ponen en comunicación dos recipientes, uno con aire caliente y otro con aire frío, las moléculas de ambos recipientes se mezclan y terminan igualando sus temperaturas. En cuanto a la transformación inversa, es decir, la separación espontánea de una masa gaseosa en dos partes, una a mayor temperatura que la otra, nunca se produce.

El enunciado del principio y el ejemplo expuesto ponen de manifiesto que, a pesar de su pomposo nombre, el segundo principio de la termodinámica alude a fenómenos físicos muy simples y de conocimiento general. No obstante, sus aplicaciones son trascendentes y, a veces, sorprendentes.

En el sencillo ejemplo arriba citado y en otras innumerables experiencias que pueden realizarse o pensarse en sistemas naturales o tecnológicos, siempre sucede que el "orden" original -moléculas calientes en un recipiente y frías en el otro, en el ejemplo- ha desaparecido y ha aumentado el nivel de mezclado o de "desorden".

En otros términos, y en esto radica el concepto esencial del segundo principio de la termodinámica, la tendencia natural de los sistemas es evolucionar hacia estados con mayor nivel de desorden. En síntesis, los sistemas pasan espontáneamente de estados menos probables -ordenados- a otros más probables -desordenados-. Empleando terminología técnica, existe una magnitud física denominada "entropía", que aumenta con el aumento del desorden o, empleando palabras equivalentes, con la desorganización y la vigencia creciente del azar.

Asimismo, es una evidencia aceptada por la tecnología que, a medida que aumenta el desorden y la desorganización de un sistema aislado, disminuyen las probabilidades de extraer del mismo energía en forma de trabajo útil; por ello se dice que la energía se degrada y pierde utilidad, aunque su cantidad total se conserve.

Examinado el problema desde otro ángulo, dado que se trata de evoluciones hacia estados más probables, no de certezas, no está dicho que en el seno de un sistema no puedan darse, transitoria y localmente, procesos de aumento del orden y la organización, aunque ello no invalida la vigencia de la ley general de evolución hacia el desorden. Entre esos nichos o islas de orden merecen ubicarse los seres vivos, con su alto nivel de organización y vida efímera, pero su consideración detallada excede los alcances de esta nota.

En el universo

Si se toma como sistema aislado el universo en su totalidad y se lo examina según el segundo principio de la termodinámica, se obtienen resultados interesantes. En primer lugar, la evolución más probable del universo se da en el sentido del aumento del desorden y de la igualación paulatina de las temperaturas, es decir, del aumento de la entropía. Esta última es la única magnitud definida en el campo de la ciencia que siempre está aumentando en un universo que se desorganiza y desordena a medida que el tiempo transcurre. Según dijo el eminente físico británico sir A. Eddington en "La naturaleza del mundo físico", la entropía indica el sentido de crecimiento del tiempo, le coloca la "flecha" al tiempo y, por ende, apunta al futuro.

En segundo lugar, la evolución del universo hacia un estado final de máxima desorganización, con desaparición de las diferencias térmicas y con movimientos sólo regidos por el azar, es un proceso cuya culminación ha sido denominada muerte térmica del universo.

Es evidente que estas consideraciones finales constituyen una extrapolación cuya validez no puede asegurarse, pero no disminuyen en absoluto la importancia capital del segundo principio de la termodinámica en la ciencia.

El autor es miembro titular de la Academia Nacional de Ingeniería




miércoles, noviembre 23, 2005

EL EL PENSAMIENTO CREATIVO SEGUN MURRAY GELL MANNstrong>



Publicado en la ed. impresa: Ciencia/SaludMiércoles 23 de noviembre de 2005
Noticias | Ciencia/Salud | Nota
Estuvo en Buenos Aires Murray Gell-Mann, uno de los físicos más notables del siglo XX El pensamiento creativo y cómo lograrlo, según un genio de la ciencia
Llegó de incógnito para visitar la ciudad, avistar aves y dar una charla a estudiantes secundarios


"La charla de hoy es sobre las ideas creativas , pero no sólo en física o en el arte, sino en la vida diaria", afirmó.

Así -sin otro preámbulo que una breve presentación de Susana White de Carlevaro, una de las directoras del Colegio Las Cumbres, de Recoleta, que organizó la reunión por iniciativa de su alumno Tonio Nicastro, que lo invitó por correo electrónico- comenzó la charla que el célebre Murray Gell-Mann, uno de los más destacados protagonistas de la física del siglo XX, dio ayer frente a un centenar de estudiantes de secundario.

Gell-Mann -que vino a la Argentina para visitar amigos, avistar pájaros y conocer Buenos Aires porque, asegura, "había leído mucho de ella" gracias a Borges, uno de sus escritores favoritos- obtuvo el premio Nobel en 1969 por resolver uno de los misterios del universo al postular que protones y neutrones -que forman el núcleo atómico- están compuestos por ladrillos fundamentales que llamó "quarks"... simplemente porque le gustaba el sonido de la palabra.

"¿No les parece el nombre correcto para el constituyente fundamental del núcleo atómico?", les preguntó con tono cómplice a los chicos, antes de explicarles que más tarde encontró el mismo vocablo en la obra de James Joyce "Finnegan´s Wake".

Durante poco más de una hora -enfáticamente, a veces; sugerente, otras; divertido, la mayoría- Gell-Mann, actualmente profesor emérito del California Institute of Technology e integrante del consejo directivo del Instituto de Santa Fe, que él ayudó a crear para impulsar un enfoque interdisciplinario de la ciencia, invitó a la audiencia a pensar en las características distintivas del pensamiento creativo. Y lo hizo recurriendo a sus recuerdos de la niñez, a su experiencia como científico, y hasta a las más complejas teorías de la física, que citó con total desenfado.

"Un gran científico alemán describió los tres pasos que se requieren para concebir las ideas creativas: saturación [llenarse la cabeza con el problema que uno quiere resolver], incubación [pensar en él consciente o inconscientemente] e iluminación [cuando la lamparita se enciende y surge la idea]. En 1908, el matemático francés Henri Poincaré agregó un cuarto paso: verificación [ver si la idea funciona]."

Y enseguida describió con toda sencillez el descubrimiento que lo convirtió en uno de los protagonistas destacados de la historia de la ciencia. Según Gell-Mann, su postulación de las extrañas partículas que pueblan el zoológico subatómico se debió a una equivocación y a su poco respeto por las ideas establecidas.

"Una de las cosas más importantes es sacarse de encima los prejuicios que impiden el progreso -aseguró-. Para Einstein, fue dejar de lado la creencia de que el tiempo y el espacio son absolutos y no se «mezclan», algo que no era más que una superstición. En mi modesto caso, fue liberarme de la idea de que protones y neutrones eran partículas elementales. El postular los quarks fue muy impopular porque violaba no una, sino tres reglas equivocadas. Pero uno siempre tiene que preguntarse: ¿por qué no?"

Según el científico, todo esto está muy relacionado con la formulación de problemas. "En la escuela se estimula mucho la resolución de problemas, aunque generalmente es mucho más importante formularlos -explicó-. Resolver problemas puede ser una actividad rutinaria, pero formularlos requiere mucha más creatividad, porque implica plantearse cuáles son las condiciones reales que debe cumplir la solución. De hecho, David Perkins, de Harvard, destacó que la escuela es casi el único lugar donde los problemas ya están formulados para que uno los resuelva."

¿Está trabajando en algún proyecto? ¿Recuerda a alguno de sus maestros? ¿Cuándo se preguntó por primera vez «por qué no»? ¿Qué hace cuando no tiene ideas? ¿Cómo se enteró de que recibiría el Nobel? ¿Qué lo motivó a postular su teoría sobre los quarks? ¿Iba a fiestas cuando trabajaba en ese tema?

Gell-Mann contestó cada una de las preguntas de los chicos sin premura -aunque tenía que salir para el aeropuerto-: "Trabajo en seis o siete proyectos a la vez", comentó. "El maestro que más recuerdo es uno que había sido predicador bautista. Era muy activo y provocador". "No sé lo que es no tener ideas." "Me enteré de que me habían otorgado el premio por una llamada de la cadena CBS... a las tres de la mañana." "Para desarrollar mis teorías, me fijé en el patrón que formaban las partículas y vi que se podía explicar fácilmente poniendo los quarks en los lugares correctos." "Siempre me divertí mucho, aunque no sólo yendo a fiestas, sino también saliendo a contemplar la naturaleza, en particular los pájaros."

También le preguntaron cómo llegó a amar la física. Y simplemente respondió, a modo de despedida: "Oh, es que es tan hermosa..." Por Nora Bär
De la Redacción de LA NACION

sábado, noviembre 12, 2005

El Gaucho visto por Jorge L Borges

El gaucho


Hijo de algún confín de la llanura
Abierta, elemental, casi secreta,
Tiraba el firme lazo que sujeta
Al firme toro de cerviz oscura.
Se batió con el indio y con el godo,
Murió en reyertas de baraja y taba;
Dio su vida a la patria, que ignoraba,
Y así perdiendo, fue perdiendo todo.
Hoy es polvo de tiempo y de planeta;
Nombres no quedan, pero el nombre dura.
Fue tantos otros y hoy es una quieta
Pieza que mueve la literatura.
Fue el matrero, el sargento y la partida.
Fue el que cruzó la heroica cordillera.
Fue soldado de Urquiza o de Rivera,
Lo mismo da. Fue el que mató a Laprida.
Dios le quedaba lejos. Profesaron
La antigua fe del hierro y del coraje,
Que no consiente súplicas ni gaje.
Por esa fe murieron y mataron.
En los azares de la montonera
Murió por el color de una divisa;
Fue el que no pidió, ni siquiera
La gloria, que es estrépito y ceniza.
Fue el hombre gris que, oscuro en la pausada
Penumbra del galpón, sueña y matea.
Mientras en el oriente ya clarea
La luz de la desierta madrugada.
Nunca dijo: Soy gaucho. Fue su suerte
No imaginar la suerte de los otros.
No menos ignorante que nosotros,
No menos solitario, entró en la muerte.

Jorge Luis Borges

Publicado en el Boletín del CIPBA como homenaje al Día de la Tradición 12 nov 2005

CENTENARIO DEL FALLECIMIENTO DE ERNEST ABBE JAHR

El centenario del fallecimiento del físico y matemático Ernest Abbe Jahr fue recordado por el Ing Carlos José Rocca en un acto realizado en GEOCART con asistencia de profesionales y técnicos de la empresa.
Ernest Abbe nació en Eisenach el 23 de enero de 1840 y falleció el 14 de enero de 1905.
Con Carl Zeiss fue el artífice del vertiginoso desarrollo de Zeiss como marca mundial de instrumental óptico de avanzada.
Doctorado en Gotingen y titular de física en Frankfurt/Main , fue miembro de la Asociación de Medicina y Ciencia de Jena y de otras entidades científicas alemanas.
Su trayectoria junto con la evolución de la Compañia fue destacada en detalle en INNOVAION n 15 de julio de 2005 editado por Zeiss en homenaje a su Memoria. ISS1431 8059, publicación que sirvió de base a la disertacion del ing Carlos j. Rocca

viernes, noviembre 04, 2005

Una biografia poco conocida de Mao

Demolición de Mao según Marcos Aguinis





La investigación de diez años arrojó como fruto un libro que sacude los cimientos del gran mito que aún se intenta mantener en pie: la obra y vida de Mao Tse-tung, cuya imagen preside la plaza de Tiananmen.
Se trata de un mito más potente y rocoso que el que se creó en torno a Stalin, porque sobre la figura de Mao se sostiene el régimen que gobierna China, pese a las revolucionarias reformas en la economía y el estilo de vida que han lanzado al país hacia un futuro impredecible.

El impresionante libro se titula Mao, la historia desconocida . Fue elogiado primero en Gran Bretaña y ahora en los Estados Unidos. Es curioso que las manifestaciones más laudatorias provengan de la izquierda, pero una izquierda que se esmera en ser racional e informada, que por momentos parece harta de haber sostenido ídolos brutales. The Guardian, por ejemplo, afirma: “El detalle y la documentación de la obra resultan asombrosos. La historia que cuenta mesmeriza por su horror; es la biografía más reveladora de los últimos tiempos. Pocos libros están destinados a cambiar la historia, pero éste es uno de ellos”. The New York Times le ha dedicado la tapa de su Book Review y afirma, entre otras frases encomiásticas, que “esta biografía metódica destruye cada pilar que podría reclamar Mao en materia de simpatía y legitimidad”.

Hace unas siete décadas, Edgar Snow publicó Estrella roja sobre China , obra que contribuyó de modo decisivo a instalarlo en un sitial luminoso, mientras ahora esta nueva obra se encarga de enterrarlo con una lápida grotesca. Como era de esperar, la sísmica biografía fue de inmediato prohibida en China, así como cualquier comentario sobre su contenido.

Por cierto que fui a comprarla enseguida y me sumergí en una lectura apasionante. La escribió Jung Chang, una mujer que nació hace cincuenta años en la provincia de Sichuan. Cuando adolescente había sido Guardia Roja y luego recorrió diversos trabajos: campesina, obrera del acero, electricista, estudiante de inglés y profesora de lenguas en la Universidad de Sichuan. En 1978 pudo viajar al Reino Unido y fue la primera ciudadana de China Popular que obtuvo el doctorado en una universidad británica. Se casó con el historiador inglés Jon Halliday, con quien realizó copiosas investigaciones en diversos países, entrevistó centenares de personas y escribió este libro que estremece del principio al final. Nicholas D. Kristof, experto en asuntos chinos, afirma con ironía que si Mao Tse-tung hubiese tenido de veras la omnisciencia que se le atribuía, debió haber buscado a esa mujer cuando joven, asesinarla y limpiar de la tierra a todos sus parientes hasta el noveno grado.

Las páginas no sólo son concisas, sino que aportan ajustadas descripciones que otorgan vida a episodios y personajes. Mao no sólo fue sanguinario, insensible, arbitrario y despótico, sino un gigantesco fraude. Quizás esto último constituya la más escandalosa de todas las revelaciones. Ha sido tan intensa la propaganda sobre sus méritos que hasta el día de hoy algunos lo veneran con urnas religiosas.

Nuevos documentos obtenidos en Rusia demuestran que ni siquiera fue el fundador del Partido Comunista de China.

Varias páginas se ocupan de mencionar las actividades de personalidades enviadas por la flamante URSS y muestran cómo el núcleo inicial de esa formación política estuvo constituido en un 94% por funcionarios rusos, ningún campesino y ningún obrero. Mao no tenía relevancia y ni siquiera contaba con una buena formación marxista en ese momento. Pero comprendió que su futuro dependía de la simpatía rusa y no lo inhibió el pudor para exagerar su entusiasmo por cada medida que tomaba el gobierno liderado por Lenin y luego Stalin.

Su ascenso estuvo asociado a innumerables asesinatos, seguidos más adelante por las purgas que fueron rodeándolo de un terror que impedía el menor disenso. Ni siquiera le importó el asesinato de su segunda esposa, a los 29 años, y madre de sus tres primeros hijos. Las requisas que se efectuaron en el hogar de entonces permitieron exhumar cartas de aquella mujer, donde gritaba su amor y su espanto. En una de ellas dice: “¡Mata, mata, mata! Era lo único que escuchaban mis oídos. ¿Por qué los seres humanos son tan malos? ¿Por qué tan crueles?”.

Uno de los mitos dorados recala en la Larga Marcha. Fue un ímprobo recorrido por el noroeste del país que le permitió a Mao reclutar y entrenar gente para luego conquistar el poder. Abundan anécdotas sobre su coraje e inteligencia para esquivar las persecuciones del generalísimo Chiang Kai-shek. Pero los documentos muestran otra cosa: la Larga Marcha pudo hacerse con éxito porque el generalísimo lo permitió en forma deliberada. Chiang quería enviar su propio ejército hacia las inestables provincias del sur, pero temía que los comunistas se aliasen con los señores de la región; en consecuencia, los canalizó hacia el despreocupante norte. Más pruebas añaden que Mao ni siquiera caminó durante la marcha, sino que se hizo transportar con bastante confort. El mismo lo narró décadas después: “Yo me permitía reposar en literas. ¿Qué hacía? Pues me dedicaba a leer”.

Se relata como ejemplo de valentía el cruce del puente Dadu bajo fuego enemigo, una suerte de ataque suicida. Pero los autores desmontan la fábula y exponen evidencias de que los veintidós hombres que habrían llevado a cabo la acción sobrevivieron y fueron premiados más adelante. Hasta agregan una humorística cita de Chou En-lai, quien se habría quejado de haber perdido una yegua durante el cruce del puente.

Una vez tomado el poder, tras un corto período de armonía institucional hipócrita, Mao se dedicó a una feroz caza de “contrarrevolucionarios”, que incluía a sus rivales. Cualquier sospechoso era calificado de “bandido”, “enemigo de clase” o “espía”. Mao se quejó por la lentitud de algunos juicios y ejecuciones. Una de sus órdenes decía: “Quiero arrestos masivos y asesinatos masivos”. Criticó en particular a una provincia por exceso de prudencia y, cuando más adelante le hicieron llegar las cifras de ejecuciones, exclamó: “¡Esto me hace sentir muy complacido!”.

Su vínculo con Stalin fue una pulseada entre dos tiranos que se disputaban el dominio del mundo.

Asombra enterarse de los esfuerzos de Ho Chi-min para conseguir apoyo comunista en Indochina y cómo Stalin finalmente accedió a que Mao lo hiciera, pero sin permitirle constituir el Cominform de Asia, es decir, que se ocupara de algo menor. Luego entró a tallar Kim Il Sung, dictador de Corea del Norte, que anhelaba tomar el resto de la península. Mao lo apoyó ante Stalin, para así ampliar su propio poder y usar esa guerra para terminar con los últimos grupos nacionalistas que quedaban en su territorio. Incluso ofreció a Kim Il Sung enviarle soldados chinos con uniforme coreano desde el primer día, asunto que hasta ahora no se había confirmado.

Se calcula que Mao Tse-tung fue responsable por la muerte de 76 millones de personas y dijo que para lograr sus objetivos no le importaba que muriese la mitad de su país. Superó la crueldad de Pol Pot y quebró el handicap de Hitler y Stalin. Para conseguir semejante triunfo, había que tomar medidas extraordinarias. Y ese monstruo lo hizo, arropado por la impunidad que le proveía el sistema. Sus sueños megalomaníacos lo llevaron a imponer medidas desastrosas que nadie podía cuestionar. Es difícil resistirse a describir la serie de exigencias insensatas que descargó sobre el pueblo chino, porque merecen integrar una antología del realismo mágico. Sólo me referiré a dos muy conocidas.

Una mañana despertó con la idea de liquidar una de las cuatro grandes plagas del país, que eran las ratas, las moscas, los mosquitos y... los gorriones. Ordenó movilizar toda la población para exterminar a esos pájaros que se comían los granos e impedían la multiplicación de las cosechas. En la matanza cayeron otros pájaros también, claro. Era un honor llevar largos collares de alambre con gorriones colgando como trofeos. Los científicos que hicieron llegar advertencias sobre el despropósito fueron fusilados. Mao ganó la guerra, porque limpió el país de gorriones, pero el desequilibrio ecológico fue tan grande que aumentaron las demás pestes a las que los gorriones, precisamente, se ocupaban de frenar. Las cosechas decayeron y aumentó la hambruna. Un mensaje top secret enviado después a Moscú solicitaba que, “en nombre del internacionalismo socialista, se envíen con urgencia doscientos mil gorriones del lejano este soviético lo antes posible”.

Otro fiasco sensacional fue la orden de hacer acero. Su arrogancia lo llevó a afirmar en Moscú delante de otros líderes comunistas, en 1957, que superaría a Gran Bretaña en quince años, lapso que luego redujo a tres. Estaba seguro, además, que superaría a los Estados Unidos en diez años. Para semejante objetivo exigió el abandono de otras industrias, como las vinculadas al carbón y demás que no tuviesen relación con el acero. La producción ingresó en una prisa tan despiadada que generó la muerte de 30.000 trabajadores subalimentados y sometidos a horarios donde casi no quedaban horas para dormir. No conforme, ordenó la construcción de hornos caseros, donde fueron involucrados 90 millones de personas. Khruschev se mofó de la iniciativa llamándolos “hornos samovar”, porque el acero que producían era impresentable. Mientras tanto, la población fue forzada a donar cada objeto que tuviese algo de hierro; de esa forma se destruyeron millones de instrumentos de labranza. Fue otro gigantesco desperdicio de recursos.

De Mao, sin embargo, se rescata que unificó el país, dio absoluta igualdad a las mujeres y puso, de alguna forma, las bases de su actual despegue. Pero la angustiosa pregunta es ésta: ¿no se pudo haber logrado lo mismo con menos crueldad, sacrificio y sangre? Por desgracia, en América latina hay muchos que todavía tienen legañas en los párpados, admiran su persona y –esto sería lo peor– sus métodos e ilusiones.