Las ciencias del ambiente y la responsabilidad ambiental de la ingeniería y la tecnología
CIENCIAS, INGENIERIA Y TECNOLOGIAExtraido del texto preparado por el Ing. Conrado Bauer, para la conferencia de incorporación como miembro de número a la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente.
A partir de Descartes podemos precisar modernamente el concepto de ciencia considerando su método, superador de la concepción más teórica y deductiva de las ciencias aristotélica y escolástica. La tarea de la ciencia moderna se caracteriza así por un proceso que comienza con la selección de las variables más representativas y la propuesta de un modelo simplificado del fenómeno o proceso que se investiga, a partir de las cuales se formulan hipótesis interpretativas que se precisan a través de su formulación matemática específica y que luego se convalidan o rechazan mediante pruebas experimentales del fenómeno real y sus mediciones.
En conclusión, la ciencia moderna analiza el comportamiento de los fenómenos naturales (ciencias fácticas, físico-químicas, naturales y sociales) o elaboraciones mentales (ciencias ideales matemáticas, lógica) para intentar entenderlos y explicarlos, expresarlos matemáticamente y prever sus desarrollos futuros.
De la “ciencia experimental” y sus teorías pueden surgir conclusiones y aplicaciones prácticas que se denominan “ciencias aplicadas” y cuyos productos ingresan al mundo real, al “entorno humano”, y lo modifican.
Sin embargo las principales transformaciones de origen antropogénico del medio ambiente provienen de la tecnología y de la ingeniería.
Sin pretender formular definiciones, sobre las cuales hay infinidad de criterios, podríamos aceptar que tecnología es una palabra que designa un invento, algo nuevo y, en general, de características materiales (físicas, químicas), o sistémicas afines con la organización y producción. En general la investigación tecnológica responde a demandas para intentar satisfacer una necesidad que se ha advertido o para desarrollar nuevos productos o procedimientos que induzcan nuevas necesidades como respuesta al ritmo de la competencia, particularmente dentro de la “economía de mercado”. En consecuencia la investigación tecnológica, a diferencia de la científica, no apunta a entender procesos existentes sino a crear novedades que modifiquen o superen lo existente. Con esta visión conceptual de la “tecnología”, reservamos la palabra “técnica” (o “arte”) para procesos o maneras de hacer las cosas, habitualmente “artesanales” (técnica quirúrgica, técnica futbolística, profesiones “técnicas” como albañil, tornero, electricista, masajista). En esta diferenciación el “acto tecnológico”, sería entonces algo así como un alumbramiento, un nacimiento de algo nuevo, al que se llega, por un método (I+D) de investigación (investigación técnica, con un objetivo práctico) y desarrollo (para precisar el prototipo, destinado a repetirse, a replicarse, que concreta el invento). En algunos casos suelen también intervenir decisivamente la casualidad o la inspiración, madurada o repentina, en la creación tecnológica.
Por su parte ingeniería, que en general se apoya en los desarrollos científicos y tecnológicos y en la experiencia acumulada, es eminentemente realización práctica, concreción efectiva (la ingeniería “hace”), aislada o repetitiva (innovación productiva), que resuelve problemas o pedidos específicos y altera el entorno humano. Según su naturaleza, puede llegar a modificar los hábitos sociales y la forma de vida de los seres humanos. Es decir que el gran transformador del medio ambiente es el ingeniero. Cada realización del ingeniero, que se extiende en el tiempo en etapas de concepción, diseño, realización, operación y conservación (y desactivación luego de la obsolescencia), es una creación a la que se llega aplicando el ingenio, utilizando, combinando y transformando materiales, energía e información, con intervención de “recursos” humanos, financieros, y de equipamiento para obtener nuevos materiales, diferentes formas de energía, edificios, artefactos, máquinas, sistemas o procesos (productivos, correctivos, informativos), infraestructura física y servicios.
Las ideas antes expuestas podríamos sintetizarlas diciendo que la ciencia investiga e interpreta los fenómenos, la tecnología inventa y la ingeniería realiza.
Esto plantea dos aspectos significativos: por una parte la terminología (o léxico) y la percepción popular (y de los medios de difusión) de los diferentes conceptos y, por la otra, los valores, la responsabilidad ética.
Respecto de lo primero podemos aceptar la interpretación muy difundida que identifica todas las realizaciones de la ingeniería (o al menos una parte importante de las mismas) como “realizaciones tecnológicas” (denominadas también de manera genérica como “técnicas”) o calificar nuestra civilización como una “civilización tecnológica”. Evidentemente muchas de las realizaciones de la ingeniería son aplicaciones de desarrollo tecnológicos previos, aunque cada una de ellas puede involucrar nuevas innovaciones tecnológicas en sí misma. Por otra parte quienes investigan y desarrollan la tecnología son en general ingenieros; cuando conducen un proceso que tiene aplicación en el mercado, destinado al consumo generalizado, hablamos de “innovación productiva” como una concreción repetitiva de una aplicación o modificación o creación tecnológica que la ingeniería y los empresarios y financistas transforman en un proceso productivo. El segundo concepto popular es el que adjudica a la ciencia los avances tecnológicos o de la ingeniería, disciplinas estas últimas que ya hemos calificado como campos del conocimiento y la actividad creadora diferenciados intrínsicamente de la ciencia. Cuando decimos, por ejemplo, que el hombre llegó a la luna, suele decirse que “es un triunfo de la ciencia”; lo cual refleja el reconocimiento popular a los “descubrimientos de la ciencia”; sin embargo llegar a la luna no fue un “descubrimiento” sino una impactante y extraordinaria “realización” práctica, que requirió diseñar un vehículo especial, un sistema de propulsión que provee el empuje del lanzamiento inicial, una trayectoria a recorrer y multitud de otros aspectos concretos que han sido diseños, cálculos y realizaciones de ingenieros, con el apoyo de numerosas especialidades técnicas y el control de la medicina.
Una de las principales utilizaciones directas que hace el ingeniero de la ciencia no es en la etapa de concepción de un proyecto, sino preferentemente en la etapa de diseño final y evaluación, para anticipar el posible comportamiento de su concreción y el grado de seguridad que puede predecirse sobre su funcionamiento. Es decir: el ingeniero aplica las leyes científicas particularmente para verificar y anticipar. Demás está decir que la conjunción de las tres disciplinas: ciencias, ingeniería y tecnología (SET según su sigla en inglés) y sus actividades prácticas, constituyen el principal motor del desarrollo socio-económico, por lo que la interacción y complementación entre ellas resultan determinantes para el progreso de los países.
En cuanto a los aspectos éticos, me parece también importante formular algunas precisiones. Del libro “El desafío tecnológico en el mundo globalizado” he tomado dos citas:
Refiriéndose a la “tecnoética” el teólogo español José María Galván dice: “la idea de fondo de la tecnoética consiste en evidenciar un sistema de referimiento ético que dé razón a la dimensión profunda de la tecnología como elemento central del alcance del pensamiento finalístico del hombre. En este sentido la tecnoética se diferencia de la deontología del ingeniero en cuanto se trata de arribar a la esencia misma de la tecnología, que es lo que reclamaba Heidegger, como elemento positivo del ser humano, es decir una visión optimista del desarrollo tecnológico en el aspecto esencial. Esta es una idea no muy difundida en la cultura contemporánea que en base a diversos estímulos filosóficos resulta todavía ampliamente contraria a la tecnología. Es una cuestión paradojal: por una parte el hombre de hoy tiene una enorme dependencia tecnológica, y por otra cree que la tecnología es antihumana, una realidad de la que necesita defenderse. La propuesta de la tecnoética deberá servir para superar la paradoja”.
La segunda cita proviene del médico francés Jean Dausset, Premio Nóbel de Medicina en 1980, cuya organización “Movimiento Universal de la Responsabilidad Científica” en una declaración de 1991 se refiere a que el avance de la ciencia y las técnicas amenaza globalmente el equilibrio de la biosfera y el porvenir de la raza humana y propone adicionar y reconocer entre los derechos de hombre “el derecho a su protección contra la utilización de todo conocimiento que vaya en contra de la existencia misma de hombre”. Al respecto enuncia dos nociones esenciales que deben discriminarse para aplicar este derecho: la adquisición, por una parte, y la utilización, por otra, de nuevos conocimientos. Con respecto a la adquisición “no cabe en ningún caso parar o aminorar en nada este impulso instintivo hacia el conocimiento que constituye el honor del hombre. Todo conocimiento es una liberación de numerosas servidumbres. Toda ignorancia es una limitación .”. Con respecto a la utilización sí deben establecerse límites: “Ella no debe estar sometida a las reglas anónimas e inexorables del provecho, ni siquiera al pretendido interés superior de individuos o de clases sociales”. El nuevo “artículo” que se propone incorporar a los “derechos humanos” está redactado así: “Los conocimientos científicos no deben ser utilizados más que para servir a la dignidad, a la integridad y al progreso del Hombre, y nadie puede dificultar su adquisición”. En conclusión, según Dausset, no deberían formularse cuestionamientos éticos a las investigaciones científicas ni a las tecnológicas, particularmente a las primeras, destinadas exclusivamente a la adquisición de conocimientos (aunque habría que analizar, según otras interpretaciones, la posibilidad de discutir con los científicos la elección de determinados temas de investigación). En cambio sí, y sin ninguna duda, deben controlarse éticamente (y legalmente, si correspondiera) las realizaciones prácticas de disciplinas como la medicina (bioética) o la ingeniería (tecnoética), verificando que no dañen la dignidad ni la seguridad ni la integridad de las personas y, por extensión, de todo el entorno humano.
En tal sentido quiero consignar que hace veinte años, en 1985, el Comité de Ingeniería y Ambiente de la Federación Mundial de Organizaciones de Ingenieros redactó, aprobó y difundió el
“Código de ética ambiental para ingenieros”, donde se formulan recomendaciones para controlar las consecuencias ambientales del accionar de los ingenieros.
La evolución de la responsabilidad ambiental y la consideración pública de S.E.T.
Para complementar y ampliar la comprensión de los procesos que inciden sobre el medio ambiente quiero mencionar la cambiante consideración pública que han merecido la ciencia, la tecnología y la ingeniería durante los últimos sesenta años en sus respectivas y complementarias tareas de indagación y explicación de la realidad, exploración e invento de nuevas posibilidades, y realización efectiva de acciones modificadoras del ambiente.
Particularmente la tecnología y la ingeniería, luego de su exaltación positivista del siglo XIX y comienzos del XX, fueron vilipendiadas entre 1945 y 1970 durante el proceso mundial de concientización sobre los desastres destructivos de las grandes guerras, el peligro de las armas atómicas y el conocimiento y divulgación de la gravedad del deterioro ambiental, hasta desembocar en la Conferencia Internacional de Estocolmo.
Allí, en Estocolmo, se aceptó al desarrollo como la posibilidad “de salvaguardar y mejorar el medio” y se privilegió “utilizar la ciencia y la tecnología para descubrir, evitar y combatir los riesgos que amenazan al medio”. (Principio 18 de la Declaración de Estocolmo). La ingeniería, considerada como uno de los principales artífices del desarrollo, quedó frustrada pues no había previsto, ni siquiera imaginado en muchos de sus proyectos, las posibles consecuencias negativas de su accionar. Contando con nuevos métodos para medir y prevenir, los ingenieros comprendimos y aceptamos paulatinamente la necesidad de evaluar el presumible impacto ambiental de nuestras propuestas, particularmente las de mayores efectos sobre el medio, tratando de acentuar las consecuencias positivas y mitigar las negativas. Fue asimilándose así en todas las especialidades de la ingeniería la consideración de las variables ambientales como parte integrante y significativa de los proyectos, diseños y procedimientos de trabajo.
La Federación Mundial de Organizaciones de Ingenieros (FMOI) que había sido fundada en 1968, receptó estas inquietudes y creó en 1979 su cuarto comité permanente: el Comité FMOI de Ingeniería y Ambiente (los tres ya existentes se dedicaban a Enseñanza y Entrenamiento, Información, Tecnología). Entre varios países postulantes, la Asamblea General de FMOI reunida en Yakarta (Indonesia) eligió por unanimidad la propuesta de la Unión Argentina de Asociaciones de Ingenieros, que contaba con un prolijo Plan de Acción y el apoyo de diversas instituciones de nuestro país. Esa postulación incluía mi elección como Presidente del flamante Comité y la instalación de su sede y secretaría en Buenos Aires por un periodo previsto de cuatro años (que luego se extendió por un segundo período, ya improrrogable, hasta 1987). El Comité se constituyó formalmente en 1980 en Caracas, con seis vicepresidentes de distintas regiones (España, Egipto, Nueva Zelanda, China, Estados Unidos y Venezuela) y miembros permanentes de varios otros países. Desarrolló una intensa acción, que incluyó reuniones anuales institucionales y técnicas, la publicación y distribución de un boletín de aparición trimestral en tres idiomas (inglés, francés y español) y la realización de Congresos Mundiales de Ingeniería y Ambiente (el primero en Buenos Aires, en 1981 y el segundo en Nueva Delhi, en 1985, este último inaugurado por el Ing. Rajiv Gandhi, entonces primer ministro de India). La acción de este Comité, que ha continuado su actividad hasta el presente en sucesivas sedes en Bulgaria, Nueva Zelanda e India, y ha recibido apoyo e interactuado con diversos organismos internacionales como UNESCO, PNUMA y Banco Mundial, ha permitido discutir, difundir y avanzar ideas sobre la responsabilidad ambiental de los ingenieros y el desarrollo y uso de tecnologías “amigables” con el ambiente.
Durante su trabajo con sede en Buenos Aires, el Comité FMOI, además del Boletín de Noticias, realizó varias publicaciones sobre los temas de sus Congresos y reuniones técnicas (información ambiental, tecnologías de baja contaminación, gestión de residuos sólidos, residuos industriales peligrosos, recursos hídricos, contaminación atmosférica, educación ambiental, monitoreo de indicadores ambientales, impacto ambiental, gestión ambiental, etc.). Asimismo, al clausurarse en 1987 su período en Argentina efectuó reuniones en Buenos Aires, Posadas y La Plata; ésta última incluyó un debate sobre el entorno humano analizado desde la ciencia, la filosofía y la teología.
El documento más difundido de los que produjo el Comité en este periodo fue el ya mencionado “Código de ética ambiental para ingenieros” que después de dos años de elaboración fue aprobado en 1985 en Nueva Delhi. En sus siete artículos y síntesis final se efectúan recomendaciones “para todos los ingenieros ... Cuando desarrolles cualquier actividad profesional”. Como ejemplo cito su art. 4: “Estudia cuidadosamente el ambiente que será afectado, evalúa los impactos o daños que puedan sobrevenir en la estructura, dinámica y estética de los ecosistemas involucrados, urbanizados o naturales, incluido el entorno socio-económico, y selecciona la mejor alternativa para contribuir a un desarrollo ambientalmente sano y sostenible”. Ideas de este tipo fueron las que discutió y difundió el Comité durante su gestión inicial y hasta el presente.
En el orden mundial los veinte años posteriores a Estocolmo, hasta llegar a Río ´92, al par que confirmaron la necesidad ineludible de la protección ambiental amortiguaron la ansiedad inicial por su exclusividad al advertirse que no se podía ni era conveniente salvaguardar solamente el medio ambiente a costa de reducir o paralizar el desarrollo, lo que hubiera podido cristalizar y perpetuar las tremendas inequidades vigentes. Fue así como, al consagrarse la necesidad del “desarrollo sostenible”, fueron reivindicadas en Río la tecnología y la ingeniería, ya ambientalmente concientizadas, como factores indispensables para promover un desarrollo equitativo que permitiera erradicar la pobreza extrema al par que proteger el ambiente (natural y artificial) y, en lo posible, reparar los daños ya provocados al mismo. Para ello se estableció que los Estados deberían cooperar para fortalecer la propia capacidad interna para el desarrollo sostenible mejorando la comprensión y “el desarrollo, la adaptación, la difusión y la transferencia de tecnologías, entre éstas tecnologías nuevas e innovadoras”. (Principio 9 de la Declaración de Río). A su vez el Capítulo 34 del Programa 21 adoptado en Río, está dedicado a exaltar la utilización de “una tecnología ambientalmente idónea al alcance de todos”.
Ante esta evolución de las ideas y la participación activa de los ingenieros en las reuniones anuales de la “Comisión para el Desarrollo Sostenible“ (CSD) creada por la ONU para el seguimiento de la aplicación de las recomendaciones de Río y su Programa 21, no fue de extrañar que la Federación Mundial de Organizaciones de Ingenieros (FMOI) fuera invitada para que, representando la ingeniería y la tecnología mundiales participara integrando la “Science and Technology Community” (STC) en la organización de la cumbre dedicada al “Desarrollo Sostenible” (Johannesburgo 2002), y que luego su presidente fuera nominado por el Secretario General de la ONU para coordinar la fuerza de tareas (Task Force 10) destinada a proponer estrategias para el cumplimiento de las Metas del Milenio en el sector “ciencia, tecnología e innovación”.
Como conclusión de todo esto, ante la ONU y la opinión pública mundial informada, responsable y preocupada por el desarrollo sostenible, la ingeniería ha recuperado el reconocimiento hacia su misión ejecutiva y dinamizadora del crecimiento físico y ha sido destinataria de nuevas responsabilidades: a su tradicional búsqueda de la idoneidad técnica, la innovación productiva y la gestión del desarrollo económico, se le han incorporado sucesivamente el cuidado ambiental, y la contribución hacia la promoción social y la erradicación de la pobreza, cuestiones todas ellas requeridas para que el desarrollo sea realmente sostenible y para todos.
Podríamos decir, en consecuencia, que la ingeniería mundial está en la actualidad absolutamente concientizada y operativa sobre los temas afines con el desarrollo sostenible y con la interpretación y consideración de los avances de las ciencias del ambiente, con las que colabora asiduamente como trasmisora de los problemas que enfrenta en sus realizaciones y como “brazo ejecutor” de los conceptos ambientales. Cuando hablamos de “ingeniería verde” (Green Engineering GE) o de “diseño ambiental” (Design for Environmental D f E) como etapas importantes del planeamiento y diseño de los procesos y obras (ingeniería conceptual e ingeniería básica y de detalle en especial) estamos abarcando los aspectos más integradores de las creaciones y proyectos de la ingeniería al servicio de la protección ambiental y el desarrollo sostenible.
En cuanto a la comprensión y la imagen actual en la población de la ciencia, la ingeniería y la tecnología (SET), ya anteriormente hemos mencionado su reivindicación y la significación de su interacción para impulsar los procesos de desarrollo.
Agregamos ahora un comentario puntual: “Connect”, publicación de UNESCO(*), luego de un artículo sobre la implementación internacional de la Década de la Educación para el Desarrollo Sostenible (2005-2014) de la ONU, incluye una referencia que titula “Percepción positiva de SET en la sociedad” y que comienza con las siguientes consideraciones: “Cuando notamos la falta de interés en estudios y carreras de SET en algunos países, la primera y más obvia hipótesis -a menudo expuesta en debates públicos- puede ser que en estos países la gente joven tiene actitudes negativas u hostiles hacia SET. SET es culpado por muchos de los males de las sociedades modernas, como polución, destrucción del ambiente, abuso de los recursos naturales y aún guerras y conflictos. ¿Qué hay de verdadero en tales suposiciones sobre actitudes negativas hacia SET entre la gente joven en las sociedades modernas?. Nosotros hemos hecho encuestas que arrojan luz sobre esto. Los resultados indican que no existe hostilidad general contra SET entre la gente joven, ni en los países ricos ni en los pobres. Las respuestas son en general muy positivas en cuestiones tales como: “Ciencia y tecnología ayudarán a erradicar la pobreza y el hambre en el mundo” o
“Gracias a la ciencia y la tecnología habrá grandes oportunidades para las futuras generaciones”.--------------------------------------------------------------------------------