La Libertad Creadora

sábado, enero 21, 2006

MITRE EN LAS LECCIONES DE ALEJANDRO KORN

MITRE EN LAS LECCIONES DE ALEJANDRO KORN
·Ing Civ. Carlos José. Rocca

En numerosas oportunidades Alejandro Korn se refirió elogiosamente al pensamiento y acción del General Bartolomé Mitre.
En ocasión de los homenajes del 19 de enero de 2006 con motivo del Centenario de su fallecimiento nos asociamos reproduciendo algunos de sus conceptos que por su laridad y certeza definen su consideración especial hacia el prócer.
En “Influencias Filosóficas en la evolución nacional”, publicado en la “Revista de la Universidad de Buenos Aires” en 1912, y con referencia a los primeros capítulos de la “Historia de Belgrano”, Korn destaca el pensamiento liberal y democrático de Mitre opuesto al sistema colonial que agravia a los pueblos americanos y sobre todo a Buenos Aires.
En el recuerdo de nuestro pueblo- afirma el Filósofo de la Libertad Creadora en sus escritos- viven en primer lugar los presidentes MITRE Y SARMIENTO, junto al culto por ALBERDI , con preferencia por éste en el ámbito universitario”.
“En realidad -expresa seguidamente- los tres fueron ante todo hombres de pensamiento.”
“La acción política que les cupo realizar la ejercieron como un instrumento al servicio de sus ideas.”
Los tres por su mocedad pertenecen a la época romántica:. Mitre- expresa Korn - en versos que remeda a Espronceda y Lamartine. Alberdi, en serenatas, imita a Larra y adora a Byron y. Sarmiento se estrena en Chile con una apología gautieresca del romanticismo y un ataque impertinente al pseudo clasicismo de Andrés Bello
Pero si el episodio romántico dejó en ellos huellas persistentes en sí, resultaría fugaz en el tiempo.

En primer lugar por las enseñanzas del ostracismo en hombres de tan alta y precoz inteligencia, desprovistos de fortuna y obligados a aceptar con todas sus asperezas la lucha por la existencia. con honradez y dignidad espartana, guía y ejemplo para las generaciones que les sucedieron.

En paises extraños –continúa el Filósofo- forjaron con mayor provecho un criterio sobre los hombres y las contiendas de la época : a distancia, la visión de la patria sugiere un juicio más sereno, sazonado por el estudio y la comparación con colectividades más adelantadas.
Aprendieron a despreciar las declamaciones principistas y “ tocaron de cerca los resortes reales del movimiento politico y social” por el que atravesaba el mundo occidental .

No distanciados de Moreno, Belgrano y Rivadavia entendieron ser herederos de Mayo liberal y dmocrático.

Mitre criticó las “ Bases” de Alberdi no por sus principios , sino por su vecindad a otros autores americanos y franceses no tan liberales y de los que el tucumano copió algunos de sus conceptos
De joven Mitre fue atraído por las ideas y acciones de aquellos próceres, madurando más tarde en el estudio de la escuela liberal francesa y sajona a la que adhiere “ … sin exageraciones sectarias ni claudicaciones oportunistas, con mesura imperturbable, confiado en la acción el tiempo y de las ideas.”
“Su gran obra doctrinaria - espresa Korn -comprende la difusión de los principios de una democracia culta, llamada a conciliar el orden y la libertad, por el desarrollo de los factores reales. No se pierde jamás en la divagación utópica como solía decirlo, ni en planteos de cuestiones prematuras ajenas a la evolución nacional.”
Realizó así una intensa labor intelectual pero de intención pragmática , concreta y duradera aún en las instituciones que creó o perfeccionó.Mitre , Alberdi y Sarmiento son los númenes más altos de la vida argentina y con legitimo orgullo se personifica en ellos el genio nacional

Tres personalidades unidos en el ideal común chocaron con frecuencia en conflictos por sus recios caracteres pero constituyen una trinidad indisoluble por sus denodados esfuerzos para la organización nacional , la democracia y la educación popular. Sarmiento padre de la escuela primaria, Mitre, su par con los Colegios Nacionales.

Bartolomé Mitre nuestro primer y monumental historiador, pese a los sectarios del revisionismo, fue sucesiva y simultaneamente autodidacta, poeta, guerrero, gobernante,generalísimo de tres ejércitos en Tuyutí y Boquerón, la batalla señalada como una de las principales del siglo XIX en el mundo.
Su vida y obra quedó vinculada a la historia de social , política y económica de siete países americanos Bolivia, Chile, Paraguay, Perú, Brasil, Uruguay y por supuesto Argentina, como la de pocos americanos de su tiempo.
Figura ejemplar digna del Renacimiento por todas sus condiciones, se agranda como ejemplo de acción y coherencia de pensamiento con el correr de los siglos, tanto por el legado de su ideario como por su acción consecuente en defensa de la libertad y la dignidad humana.
La Plata, enero de 2006

·El ing. Civ. Carlos José Rocca es
Presidente Honorario de la
Academia de la Ingeniería de la Pcia de Bs. As.

jueves, enero 19, 2006

CENTENARIO DEL FALLECIMIENTO DE BARTOLOMÉ MITRE

El centenario de Mitre

COPIADO DEL EDITORIAL DE lA NACIÓN DE BUENOS AIRES DEL 19 ENERO 2006

LA historia de la Argentina fue escrita con sangre, con pasión, con ideas, con heroísmo, con sentimiento, con imaginación. Pero fue escrita también con ejemplos y actitudes traducibles en conductas cotidianas, con esos gestos serenos de dignidad moral y de construcción cultural, que son estratégicamente necesarios para organizar el entramado de una sociedad civil fundada en la convivencia pacífica y en el respeto irrestricto a la libertad y a la dignidad de la persona humana.

Mitre -a quien hoy los argentinos evocamos en el primer centenario de su muerte- estuvo en todos esos frentes de combate: participó en las ardorosas luchas épicas que se libraron en defensa de la libertad, pero fue también actor y protagonista en esas otras batallas -más silenciosas- que un estadista le debe a su pueblo a la hora de construir sus grandes instituciones civiles. No rehuyó ninguna responsabilidad: fue soldado aguerrido cuando hubo que hacer frente a las tiranías oprobiosas que trataban de perpetuarse en América, pero fue también el estadista lúcido y sereno que los tiempos reclamaban cuando llegó la hora de gobernar a la Argentina con auténtico espíritu republicano y de llevarla a una senda sostenida de progreso y estabilidad constitucional.

Fallecido en Buenos Aires el 19 de enero de 1906 -hoy se cumple exactamente un siglo-, Mitre ocupa un lugar singularísimo en la vida nacional. Fue, a lo largo de su fecunda y prodigiosa vida, presidente de la República, gobernador de la provincia de Buenos Aires, legislador, militar, político, periodista, escritor, historiador, intelectual, hombre de consulta y de doctrina. En cada una de esas actividades logró escribir páginas memorables para la historia de su país y también para la consolidación de los valores morales que alimentan el crecimiento espiritual de una Nación. Podría decirse, extremando el espíritu de síntesis, que Mitre fue el exponente de un humanismo civilizador que iluminó el camino de nuestro pueblo en las más distintas direcciones. Cuando murió, a los 85 años, el país no dudó de que había perdido a un gran hombre de Estado. Pero sintió también que estaba despidiendo a un argentino que había dignificado la convivencia cotidiana, a ese transeúnte amable y sereno que brindaba todos los días en las calles de Buenos Aires, con mínimos gestos, una lección de sencillez republicana, de respeto a lo más esencial del espíritu ciudadano.

Para LA NACION, fundada por Mitre en 1870, el aniversario que hoy se celebra tiene un significado particularmente entrañable. A lo largo de sus 136 años de vida, este diario ha intentado guardar la más completa fidelidad al ideal y al pensamiento de su fundador. Mitre concibió a LA NACION como una "tribuna de doctrina" y esa expresión -consignada en el editorial que él mismo escribió en el número uno, titulado "Nuevos horizontes"- ha tenido y sigue teniendo la fuerza de un mandato moral al que nuestro diario no podría renunciar sin traicionar su propia esencia.

Hoy los lectores de LA NACION reciben, junto con el ejemplar del día, gratuitamente, un número aniversario de 86 páginas titulado "Bartolomé Mitre: un siglo de vigencia". Se trata de un suplemento especial que incluye artículos firmados por distinguidas personalidades de la vida cultural y del periodismo de la Argentina. A través de esos artículos se ha pretendido evocar al prócer en su personalidad admirable y multifacética.

La Argentina ha transitado varias etapas históricas. Si se mira en perspectiva el camino recorrido desde el 25 de mayo de 1810 -el día inaugural y glorioso cuyo bicentenario estaremos celebrando en 2010- está claro que el país alcanzó su máximo esplendor en los años que siguieron a su definitiva organización constitucional. En ese sentido, el ciclo de las llamadas presidencias históricas -iniciado por Mitre en 1862 y continuado por Sarmiento, Avellaneda y Roca- marca un momento particularmente afortunado. La República Argentina alcanzó durante esos años un ritmo de progreso espiritual y material que fue señalado en todo el mundo como un ejemplo admirable de estabilidad institucional y de construcción de una genuina tradición republicana.

Al evocar a Mitre en su centenario, nada mejor que trabajar por un país que avance -con la misma firmeza con que avanzó la Argentina presidida por él-hacia un horizonte de progreso y libertad.
En momentos en que América latina es tentada por diferentes propuestas políticas, algunas tan extravagantes como peligrosas, los argentinos deberíamos tomar en cuenta más que nunca el ejemplo de quienes, como Mitre, hicieron de la Argentina, en su momento, una nación respetada por sus altísimos índices de estabilidad, credibilidad y responsabilidad institucionales. El espejo de la historia no miente: mirémonos en él y obremos en consecuencia.



Link corto: http://www.lanacion.com.ar/773409

lunes, enero 16, 2006

EL HUESPED DEL FUTURO ANNA AKHMATOVA

Anna Akhmatova


"Fascinante el artículo de Mario Vargas Llosa sobre el encuentro entre la gran poeta rusa Anna Andreievna Akhmatova e Isaias Berlin en la entonces Leningrado de fines de 1945.
Anna Akhmatova fue una «no persona» durante la mayor parte de su vida para el régimen bolchevique y la dictadura soviética, como bien dice Vargas Llosa.

"Sus bellísimos y melancólicos poemas en gran medida tuvieron que circular en la clandestinidad, ya que era portadora del pecado original de pertenecer a una familia de la nobleza y haber estado relacionada con el antiguo régimen. Pero por sobre todo se la perseguía por la exquisitez e independencia de su pluma y su espiritualidad nunca disimulada, ya que era una firme creyente, circunstancia que se veía reflejada en su obra.

"Casada en 1910 con Nikolai Gumilyov, su mentor, que junto con Alexandr Blok formaron parte de la era de plata de la poesía rusa, transformó su casa en San Petersburgo como sus estadas en París y Roma en centros de reuniones de lo mejor de la intelectualidad de la época. De ese tiempo quedan los retratos que le hizo su amigo Modigliani.
Anna se divorció durante la revolución, pero siguió frecuentando a su marido como amigo. En 1921, Felix Dzerzhinsky, «capo» absoluto de la Cheka, precursora de la KGB, ordenó su arresto.
Quisiera aclarar que Anna Akhmatova fue prohibida en 1919 por los bolcheviques; ni siquiera su amistad con Máximo Gorki evitó las persecuciones y las cárceles mucho antes de Stalin.
A su marido lo asesinaron en 1921 junto a 114 presos más por ser elementos antisoviéticos. Sólo una pequeña fracción de los más de 30 millones de víctimas de Lenin y Stalin, de las cuales los «progresistas» de hoy poco hablan."

Luis A. F. Wetzler
lA NACIÓN CARTAS DE lECTORES 15/01/2006

sábado, enero 14, 2006

DIVAGACIONES SOBRE LA LIBERTAD Y LA MITOLOGIA

Reflexiones de un astrónomo aficionado
Por: Ismael Pérez Fernández (EL ESCEPTICO DIGITAL) (Fecha publicación:13/01/2006)
FRAGMENTO DE LO PUBLICADO POR ARGENPRESS.Info. 13/01/06







... Aristóteles fue un gran filósofo, pero hasta los más grandes se equivocan. Según Aristóteles el universo está lleno de una única sustancia, el éter. En concreto estaría formado por cincuenta y cinco esferas homocéntricas de éter, siete de las cuales contendrían a Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, el Sol y la Luna. Todas las esferas estarían en contacto entre si, y el frotamiento de unas con otras sería lo que transmitiría el movimiento. De este modo Aristóteles introdujo un mecanismo físico mediante el cual los cuerpos celestes podrían efectuar cambios sobre la Tierra. Por lo tanto es plausible que se intentara predecir el futuro de las personas mediante el estudio de los cuerpos celestes. Pero hoy en día sabemos gracias al experimento que Michelson y Morley llevaron acabo que el éter no existe. Y las esferas que utilizaba Aristóteles para explicar los movimientos, tampoco existen. ¿La prueba? Pues es bien sencilla, hemos enviado sondas espaciales a la Luna, Venus, Marte, Júpiter, Saturno etc. Y ninguna se ha estrellado contra ninguna esfera.
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... la realidad del firmamento no se corresponde con lo que sostiene la astrología, sus bases aristotélicas han sido refutadas, las constelaciones no son entes reales sino agrupaciones arbitrarias de estrellas realizadas por una antigua civilización humana y por ultimo, hechos cotidianos como el que acabamos de mencionar en el párrafo anterior dejan claramente al descubierto la falsedad de la misma. Se podría seguir mostrando hechos que refutan la astrología. Pero como he dicho más arriba, no es mi intención realizar aquí un análisis exhaustivo.

El problema viene cuando, aun explicándole a la gente porque la astrología no puede funcionar, ésta insiste en creer. Bueno, y si sólo fuera eso no habría mucho problema. ¡Allá cada cuál con sus creencias! Pero además no dudan en llamarle a uno negativista, escéptico con tono despectivo o el tan consabido cabeza cuadriculada y estrecho de miras. Y por supuesto no dudan en argumentar que si mucha gente cree en ello será por algo, ¿pero desde cuando el numero de creyentes es prueba de veracidad? De ser así, la Tierra seguiría siendo plana, las brujas existirían y así ad infinitum. Aquí hay algo para reflexionar, ¿por qué la gente prefiere la creencia a la sabiduría? Puedo entender que ciertas creencias resulten esperanzadoras o consoladoras, por ejemplo, puedo entender que haya gente que le guste creer que existe algún Dios bueno y justo que nos compensará en otra vida, o que la vida no acaba con la muerte, sería tan gratificante que volviéramos a ver a nuestros seres queridos. ¿A quién no le gustaría que estas cosas fueran ciertas? A mí personalmente me encantaría, sería tan reconfortante, pero por todo lo que sé, éstos sólo son simples anhelos o deseos, no hechos probados como verídicos, y todo parece indicar que estas creencias no se corresponden con la realidad de cómo es el mundo y engañarnos a nosotros mismos es hacernos un flaco favor. ¿Pero que hay de gratificante o de bello en la astrología? Yo no le veo nada, ¿qué hay de bello en reducir la riqueza de la psicología humana a doce arquetipos simples? ¿Qué hay de bello y consolador en creer que tu vida ya está programada? ¿En que tú no eliges nada, sino que todo está escrito en las estrellas? ¿Qué hay de consolador en creer que no se es libre? Renegar de la libertad es renegar de lo que nos hace humanos. Los humanos nos caracterizamos porque podemos elegir, a veces las opciones que tenemos no nos gustan, pero siempre se puede elegir. Siempre, por difícil que nos resulte, tenemos la libertad de tomar una decisión u otra, esto es algo característico de los humanos, es nuestra libertad de acción. Creer que no es así, que nuestra vida está escrita en las estrellas o de forma más general, que existe un destino en el que todo está escrito, es renunciar a lo que nos hace humanos.
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.. Y es que la libertad no viene sola, tiene una inseparable amiga, cuyo nombre es responsabilidad. Si somos libres de elegir, entonces las consecuencias de nuestras elecciones son en última instancia y en mayor o menor medida, nuestras. Tener miedo de la responsabilidad que implica el ser libre y camuflarlo bajo una creencia pseudocientífica no nos ayuda en nada, tal vez parezca consolador, pero es sólo eso, una apariencia. En cambio, si aceptamos esa responsabilidad, ésta nos empujará a tomar las decisiones con sumo cuidado, tendremos que pensar muy bien las consecuencias de nuestras acciones antes de elegir. Tal vez pueda parecer banal, pero pienso que eso nos ayuda a ser mejores personas. Olvídense de horóscopos y destinos, valoren su libertad, que es lo que les hace humanos.

miércoles, enero 11, 2006

PRIMO LEVI "SI ESTO ES UN HOMBRE"

Primo Levi (31/julio/1919 - 11/abril/ 1987)
Químico italiano y autor de memorias, historias cortas, poemas y novelas, es más conocido por su trabajo sobre el holocausto, y particularmente su relato del año que pasó prisionero en Auschwitz.

El libro sobre sus experiencias "Si esto es un hombre" ha sido descripto como uno de los trabajos más importantes del siglo XX, y fue adaptado en 2004 por Antony Sher en un monólogo titulado Primo

Levi nació en Turín en 1919 en el seno de una familia liberal judía. Se licenció en química por la Universidad de Turín en 1941.

En 1943 él, y un número de camaradas, salió al campo e intentó unirse a la resistencia antifascista italiana. Completamente inexperto para tal aventura, fue arrestado por la milicia fascista que lo entregó al ejército de ocupación alemán al identificarse como judío -como partisano lo hubieran fusilado inmediatamente-. Fue deportado a Auschwitz en 1944, donde pasó diez meses antes de que el campo fuera liberado por el Ejército Rojo. De los 650 judíos italianos de su "remesa", Levi fue uno de los 20 que dejó vivo el campo.

Al volver a Italia, Levi ejerció como químico industrial en la factoría química SIVA en Turín. Pronto empezó a escribir sobre sus experiencias en el campo y sus vuelta subsiguiente a casa a través de Europa del este, en las que se convirtieron en sus dos memorias clásicas: Si esto es un hombre (Se Questo è un Uomo) y La Tregua.

También escribió otras dos memorias muy apreciadas, Momentos de Indulto y El Sistema Periódico. Momentos de Indulto lidia con personajes que observó durante su prisión. El Sistema Periódico es una colección de piezas cortas, mayormente episodios de su vida pero también dos relatos cortos, todos relacionados de algún modo con alguno de los elementos químicos. La ambiciosa novela Si Ahora No, ¿Cuándo?, que cuenta la historia de una banda de partisanos judíos durante la II Guerra Mundial errantes por Rusia y Polonia, ganó los destacados premios Viareggio y Campiello cuando fue publicada en Italia, e hicieron a Levi internacionalmente conocido.

Sus relatos cortos más conocidos se encuentran en La Torcedura del Mono (1978), una colección de relatos cortos sobre trabajo y trabajadores contados por un narrador que recuerda al propio Levi.

Levi se retiró de su posición como gestor de SIVA en 1977 para dedicarse a escribir a tiempo completo. El más importante de sus últimos trabajos fue su libro final, Los Hundidos y los Salvados, un análisis del holocausto en el que Levi explicó que aunque no odiaba al pueblo alemán por lo que había pasado, no los había perdonado.

Levi murió, aparentemente por suicidio, el 11 de abril de 1987. Algunos amigos y biógrafos han cuestionado el veredicto de suicidio [1]. La cuestión sigue fascinando a los críticos literarios debido a la mezcla característica de oscuridad y optimismo en la escritura de Levi. No dejó nota de suicidio

Memorias y ensayos
Si esto es un hombre
La Tregua
Momentos de indulto
El sistema periódico
Los hundidos y los salvados
Novela
Si ahora no, ¿cuándo?
Poesía
A una hora incierta
Otros trabajos
El hacedor de espejos
El sexto día y otros cuentos
Negocios de otras gentes
La búsqueda de las raíces: una antología personal
La voz de la memoria: entrevistas, 1961-1987
Conversaciones con Primo Levi

VISION SOBRE LA SOCIEDAD CHILENA

Fontaine Talavera: "La sociedad chilena es muy conservadora"
Crítico análisis del escritor trasandino


Hay un Chile oculto que fluye por debajo del país próspero y oficial, pero también con firmes ataduras. Hay un Chile pujante, competitivo y moderno y otro Chile que tiene añoranza de la dictadura militar. En Chile “la izquierda siempre fue muy poderosa”, pero al mismo tiempo “aún perdura en el país la nostalgia por los militares, porque la sociedad es muy conservadora. La democracia chilena tiene dos caras”. Lo dice Arturo Fontaine Talavera, quizás el más agudo de los escritores surgidos en los últimos tiempos, interesado en contar la historia de su país desde un punto de vista diferente.

Por su novela “Oír su voz”, cuya trama transcurre en la década de los 90, recibió el aplauso de la crítica. Pero, además de escribir ficciones, Fontaine Talavera es el director de una institución chilena de gran prestigio, en la que se libran discusiones políticas que han llegado a dar como fruto importantes proyectos legislativos.

Se trata del Centro de Estudios Públicos (CEP), donde la ganadora de la primera vuelta en las elecciones presidenciales, Michelle Bachelet, eligió presentar por primera vez en público su proyecto político, junto con todo su equipo. Ella dijo que quería conversar con los investigadores del CEP para “ajustar conceptualmente” su plan de gobierno.

Este centro funciona en una mansión bellísima, en pleno barrio de Providencia. Allí acuden políticos, científicos, sociólogos, ingenieros y todo tipo de profesionales de distintos países para debatir acerca de los modos en que se organizan las ciudades y las personas en convivencia. Todo se somete a examen: desde la reforma del Estado hasta los sistemas previsionales, la planificación urbana, las autopistas concesionadas, temas de legislación laboral y el desempleo. Es una institución curiosa, un lugar de encuentro de gente de pensamiento disímil, por el que han pasado desde Margaret Thatcher hasta Jean Baudrillard.

El proyecto de financiamiento de la actividad política, tema arduo que se debatió en el recinto del CEP, se transformó más tarde en ley, votada por unanimidad, durante el presente gobierno de Ricardo Lagos. Cuenta Fontaine Talavera: "Se trataba de establecer las normas para la autonomía de los políticos y los gobernantes, porque había una situación un tanto incestuosa entre gobernantes, empresarios y políticos. Había que desentrañarla, para establecer un mecanismo que le diera autonomía al dirigente político. La cuestión fue estudiada por un grupo de expertos, entre ellos alemanes y españoles. Primero se trató de una discusión conceptual y luego se convirtió en proyecto de ley. En este sentido, el CEP es un puente, un lugar de generación de ideas desprejuiciadas. Actualmente estamos debatiendo la reforma del Estado con la idea de crear un servicio civil, independiente del gobierno de turno".

-En su novela "Oír su voz" aparece el revés de la trama política chilena. ¿Quiso revelar la intimidad del poder chileno?

-En "Oír su voz" quise contar desde un cierto ángulo esta gran modernización socioeconómica, la gran transformación chilena. Quise mostrar cómo una clase derrotada, de terratenientes, que estaba muy humillada y que había perdido sus privilegios, reconquista, llena de resentimiento, el poder, pero ya modernizada, abierta al mundo, con una tecnología nueva. Se transforma en una clase empresarial pujante. Es una nueva clase, que se compone, en parte, de esos viejos derrotados que resucitan por la vía de sus hijos, y de gente nueva, que se incorpora con gran entusiasmo a esta clase empresarial del éxito y que silencia el fondo de violencia sobre el cual se construyó toda esta operación quirúrgica. Esto pasa por debajo de la novela. Y ese mundo es el que aún hoy ese sector no enfrenta. O lo enfrenta con ojo tuerto.

-¿En usted no se ha dado esa contradicción?

-Desde cierto punto de vista, sí, porque a pesar de que yo no participé activamente en el mundo empresarial, mucha gente a la que quiero y estimo sí lo ha hecho. Lo que pasa es que yo he tenido una visión distinta de lo ocurrido. Cuando me alegro de que Pinochet tenga el problema que tiene con las cuentas del banco Riggs y de que se demuestre que, además, robó como todos los dictadores y que no es la excepción que creíamos en esa materia, me alegro porque encuentro que es mejor para la democracia. Pero hay otros que no. Creían que Pinochet era un hombre excepcional y les duele sentirse engañados.

-¿Ese sector se expresa o calla ese sentimiento?

-Lo calla cada día más. Pero todavía no logran romper los lazos. Incluso la derecha política mantiene vínculos con el mundo militar en retiro. Es un tema que está vivo, hay una conexión que no termina de romperse.

-En cierta medida, ¿no ocurre lo mismo en otras sociedades latinoamericanas?

-Lo que sucede es que la democracia es vista como un medio para generar desarrollo económico. Cuando no lo consigue o cuando hay un medio mejor para llegar al mismo fin, aparece la nostalgia por la dictadura.

-¿O sea que sin prosperidad la democracia tambalea?

-Es una especie de requisito de la democracia. Si no, carece de sustento propio. En América latina, parecería que el fin de la política fuera producir desarrollo económico. Todo se mira desde ese ángulo. Yo creo que es erróneo. Hay elementos estrictamente políticos en la política, que no tienen que ver con el desarrollo económico. Yo quise desarrollar eso en mi novela, retratar un mundo de gente que ve eso como algo central. Por otra parte, busqué cotejar esta forma con el conservadurismo religioso muy acentuado. A mí me interesa mucho la coexistencia de la modernidad en el mundo de los negocios con esta visión culturalmente muy conservadora. Una suerte de doble cara. No es un tema solamente chileno: pasa en la India o en los Estados Unidos. Puedes ser moderno, pero no en todas las dimensiones. En otras, quieres dejar echada el ancla. Incluso quieren eso grupos nuevos, personas que no vienen, necesariamente, de las familias tradicionales. Muchas veces la vinculación con organizaciones religiosas tiene efectos indirectos de movilidad social, de acceso a los negocios, de credibilidad. La religión también cumple un papel en este sentido. Yo creo que tiene que ver en parte con lo siguiente: en el mundo actual, por efecto de la pluralidad, de la diversidad y del contagio de las formas de vida, no puedes estar seguro de lo que les va a pasar a tus hijos. En una sociedad más tradicional, la familia es un destino. Los padres saben que los hijos se van a enmarcar en una forma de vida que ellos les pueden transmitir. Yo creo que todo padre quiere transmitir una forma de vida. Inevitablemente. Pero se sabe que los hijos estarán expuestos a mil contagios de formas alternativas, por las que van a transitar. Esto genera gran incertidumbre con respecto al futuro de tus hijos y al propio. De alguna manera, la pertenencia a estos grupos permite transferir la responsabilidad, para aislarlos de la urbe moderna.

-Con respecto a esos grupos de pertenencia, ¿el personaje Emilio Carvajal, de su última novela, "Cuando éramos inmortales", nos habla de su propia historia?

-Yo fui a un colegio de curas. Sé de lo que habla Emilio y creo que la rebeldía contra ese mundo sólo se puede producir si perteneces a él. Yo me tomé en serio ese ambiente. Muchos compañeros míos no lo hicieron. Eso es lo que hace posible la crisis de mi personaje. A decir verdad, era un mundo que también tenía algo que dar. Algo que debía perderse. Yo a veces pienso que hay muchos jóvenes a los que les hubiera hecho falta haber tenido algo con lo que romper. Lo que le agradezco a ese ámbito educativo, más allá de la formación cultural que me brindó, es la sensación de haber tenido un hogar fuerte, del cual, por cierto, también debía irme. Pero irme queriéndolo. Y a pesar de que mi libro es crítico, yo siento, y muchos lectores me lo han dicho, que hay dureza para juzgar, pero que también hay cariño por los personajes que están allí. De hecho, un sacerdote vinculado con el colegio, cuando salió el libro, me ofreció una comida a la que fueron más de veinte curas. Estuve hasta las cuatro de la mañana con ellos. Consideraban al libro entrañable. Hacían sobre él todo tipo de interpretaciones, que yo no compartía. Pero lo cierto es que veían que era un libro hecho desde adentro.

-"Oír su voz" tuvo consecuencias, personales y políticas, con lo cual cumplió el cometido de su título: se hizo escuchar...

-Sí, es cierto. Lo que pasa es que hubo gente que se sintió muy dolida, sobre todo al principio. Después, cuando la novela comenzó a ser exitosa, ocurrió lo contrario.

-¿Qué molestó de esa novela?

-La visión crítica de lo que es el empresariado moderno, el chileno exitoso. Desfondar la utopía sobre la cual habían construido sus proyectos de vida. Fue mostrar las fisuras internas sobre las cuales se basan. Y creo que lo que más dolió fue esa idea del resentimiento. Un resentimiento que se expresa con voluntad de poder, pero que esconde un rencor muy profundo, de una sociedad injusta, enferma, que requería una desinfección. Hay un momento que muestra una operación en una población del interior chileno. Eran operaciones de limpieza de la época de Pinochet. Yo me informé sobre esas experiencias a través de un militar que me dio todos los datos. Se llamaban Operación Peineta. Para mí es una escena muy simbólica de lo que se estaba haciendo con el país. La novela no es un friso empresarial completo, pero tiene bastante de verdadero. Quise hacer una suerte de collage, cruzar formas del habla, mostrar el poder de las jergas. Porque los empresarios tienen un modo de hablar que excluye e incluye en su decir.

-¿Cuáles son las nuevas preguntas o desafíos que quedarán después del gobierno de Lagos?

-El período de Lagos, para mí, ha sido exitoso. Hay cosas que no se han cumplido, pero básicamente ha sido un gobierno exitoso. El gran cambio, con respecto a lo planteado en mi novela anterior, es que el empresariado ha tenido que aceptar la democracia y ha tenido que entender que debe coexistir con la izquierda en el gobierno, que no es una mera coyuntura ni un accidente histórico. Lo que no quita que siga habiendo esta especie de tensión entre el mundo conservador y el empresariado moderno. Ha sido un paso importante. Hay un tema público que como escritor a mí aún me ronda, que es la violencia pasada. Sigue siendo una pesadilla de la que no terminamos de despertar. Ahora hubo una comisión sobre la tortura, que recogió testimonios de miles y miles de víctimas. Y a pesar de que no hay nada radicalmente nuevo, nada que no supiéramos, es distinto verlo documentado, sabiendo la hora, el lugar, el momento. Es indudable que hubo una operación de una magnitud enorme, que no tiene ninguna justificación pensar que sólo se quería controlar a los pequeños grupos que eran subversivos. El peligro de esta historia enquistada es que la literatura no pueda salirse de eso. El problema es la reiteración temática. Es algo que busca ser nombrado. La literatura es casi la única encargada de entregar simbólicamente este episodio. De todos modos, yo creo que esto debe tener un tiempo. No debe hacerse tan de cerca. Fíjate en la experiencia de Primo Levi. El publicó mucho después sus experiencias en el campo de concentración. Y el éxito de "Si esto es un hombre" se produjo veinte años más tarde, con la distancia que permite asomarse a los hechos, la distancia que sólo otorga el tiempo. También hay una razón política por la que me interesan estos temas. Yo pienso que la democracia echa raíces en la medida en que haya una toma de conciencia de lo que significa perder la democracia. Esa historia de violencia no puede ser algo que quedó atrás, que dando vuelta la página ya pasó. Hay que procesarlo de alguna manera para alcanzar el futuro de verdad.

-¿A qué atribuye el éxito de Bachelet en la primera vuelta?

-En Chile va a haber siempre una izquierda. Culturalmente, es muy poderosa. No es casualidad que hayan surgido en mi país Pablo Neruda y Violeta Parra. La pregunta es qué izquierda va a haber en Chile. Y yo creo que Lagos ha dejado sentada una manera de gobernar desde la izquierda que, por una parte, es absolutamente respetuosa del Estado de Derecho, dado que ha avanzado notablemente en el terreno de los derechos humanos, y que, por otra, ha logrado mantener la economía en orden. Es una izquierda desligada de la imagen distorsionada de la izquierda populista, una izquierda que se reubica en el orden democrático. Esa es una herencia histórica importantísima. Que este cambio es verdadero me lo certifica el triunfo de Bachelet. Ella tiene una historia muy dramática, pero es una mujer sin rencor, muy inteligente. Tiene gran popularidad, porque la gente percibe en ella algo genuino. Es una mujer que ha tenido varios amores en su vida. No encarna para nada la imagen de ama de casa, pese a que es una madre magnífica. Es una mujer muy moderna, que fue torturada de joven, junto con su madre y su padre. Es una persona que vivió el infierno. Estuvo exiliada en Leipzig, vivió el comunismo alemán real. Ha sido ministra de Salud y de Defensa de Lagos. Es una persona que cruza muchas cosas y, a la vez, es una figura limpia. Pienso que ella va a heredar el modo de gobernar de Lagos.

-En sus libros y en su labor académica surge a menudo el tema de las instituciones: la Iglesia, el matrimonio, la democracia, el colegio.

-No lo había pensado, pero probablemente sea así. Y quizá tenga que ver con esas ganas de contar la historia para que le signifique algo a otro. Hay escritores que cultivan los márgenes, y eso está muy bien. Pero, en mi caso, es cierto que hay una necesidad de enfrentarse con lo institucional. Lo que pasa es que la gente nace en instituciones, vive en instituciones. La cosa es tener un diálogo crítico con esas instituciones, para comprender sus fundamentos y sus razones sociales.

-En Chile hay un gran respeto por la institución matrimonial.

-El amor permite descubrir que hay terceros: los hijos. Y desde el momento en que aparecen hijos, surgen responsabilidades que te colocan en una situación ética compleja. Cuando hay un inocente, el drama sube de nivel. A mí me interesan esos temas: el divorcio, el desamor, el resentimiento, el deseo por otro. Me interesa, justamente, indagar qué pasa cuando hay un hijo, un tercero que recibe el impacto de la separación, ese testigo que va quedando con heridas. Es el gran tema escamoteado. Los escritores chilenos, en general, omiten eso, o lo dan por sentado. Es inobjetable que el divorcio es un derecho y que está muy bien, pero no deberían omitirse sus consecuencias. Una persona difícilmente puede quedarse en paz luego de haberse divorciado si no ha puesto sus ojos en el dolor que va a causar. Ese dolor no puede venir después: tiene que ser tenido en cuenta desde el minuto mismo en que el divorcio aparece como posibilidad. A veces hay mayor hipocresía en las actitudes liberales que avalan más de lo que contemplan.

-Uno podría relacionar esto con la democracia, en el sentido de que hay que tener en cuenta a las víctimas de un sistema que fracasa...

-Exacto. Se trata de no querer mirar esa víctima. La sociedad chilena es todavía una sociedad muy conservadora, muy cuidadosa. Sin duda, la aparición de Bachelet significa también que estamos viviendo un proceso de apertura, de posible cambio.

Recuerdos de un triste pasado

El huésped del futuro
Por Mario Vargas Llosa


El 20 de noviembre de 1945 tuvo lugar, en la entonces llamada Leningrado, uno de los más extraordinarios encuentros literarios del siglo XX. Los protagonistas fueron Isaias Berlin, de 35 años, primer secretario de la embajada británica en Moscú, y Anna Ajmatova, considerada entonces de manera unánime la poeta viva más importante de la lengua rusa, veinte años mayor que aquél.

Isaias Berlin, nacido en Riga, Letonia, en 1909, cuya lengua materna era el ruso, había pasado sus doce primeros años en Rusia y, en Oxford, se había especializado, además de filosofía, en estudios literarios e históricos eslavos. Esta era la razón por la que el Foreign Office lo había arrebatado temporalmente de sus tareas académicas en la antigua universidad inglesa, donde, pese a su juventud, había alcanzado ya un sólido prestigio, y enviado a Moscú. Enterado de que en la antigua San Petersburgo había muchos anticuarios de libros, Isaias Berlin obtuvo un permiso de las autoridades soviéticas para visitar la ciudad, donde había pasado cuatro años de su infancia. Estaba allí desde la víspera, alojado en el Hotel Astoria. Esa mañana, en la primera librería que visitó, supo, por un cliente que hojeaba libros viejos como él, que la gran Anna Ajmatova, de la que nadie sabía nada en el Oeste, no sólo estaba viva, sino residiendo muy cerca de allí, en un departamentito espartano de la Perspectiva Nevsky. Al ver la maravilla en el rostro de Berlin, el desconocido se ofreció a gestionarle una cita. Y lo hizo de inmediato.

El encuentro tuvo dos partes. La primera, al comienzo de la tarde, que fue interrumpida por los inesperados chillidos callejeros del periodista Randolph Churchill (hijo del primer ministro inglés), quien, recién llegado a Leningrado y al hotel Astoria, acababa de enterarse de que su antiguo compañero de universidad, Berlin, a quien no veía desde hacía muchos años, estaba en la ciudad, en aquel edificio, y lo llamaba a gritos. Isaias Berlin debió bajar, zafarse de él como pudo y excusarse con la Ajmatova, que le dio una nueva cita para las nueve de la noche. Es posible que las trágicas consecuencias políticas que tuvo para ella el encuentro de aquel día se vieran agravadas por esa irrupción del imprudente hijo de Winston Churchill.

La segunda parte del encuentro comenzó al oscurecer, en el desangelado piso de la Ajmatova, que sin embargo lucía en las paredes el retrato que Modigliani había hecho de Anna en París muchos años atrás, y terminó doce horas después, a la mañana siguiente, cuando el joven intelectual regresó al hotel en estado de ebullición, exclamando: “¡Estoy enamorado, enamorado!”.

Han corrido ríos de tinta sobre lo que ocurrió en el curso de aquella larga noche en la diminuta vivienda del desvencijado palacio barroco de los Sheremetevs donde vivía Anna Ajmatova. El testimonio de los dos protagonistas es incompleto y evasivo, lo que ha contribuido a cargarlo de misterio y a atizar las más fantasiosas hipótesis. Está descartado que hicieran el amor, pero no que un fuerte sentimiento, acaso una verdadera pasión, surgiera entre ambos y que dejara una huella profunda en sus vidas. Quien parece haberse acercado más a dar una descripción detallada de aquella noche es György Dalos, un escritor húngaro de lengua alemana que ha dedicado todo un libro al asunto, que se ha publicado también en inglés: The Guest from the Future (El huésped del futuro).
El título viene de la manera críptica como Anna Ajmatova llama a Isaias Berlin en los poemas que escribió refiriéndose a aquel encuentro y que forman parte de su poemario Cinque.
En algún momento de la noche apareció en la habitación donde la pareja conversaba Lev Gumilyov, el hijo de la Ajmatova, y ofreció a Berlin un bocado de papas hervidas, lo único que se comió en esa dilatada conversación. Anna y su hijo (salido no hacía mucho de un campo de concentración y que, por causa de aquella noche, volvería pronto allí) vivían con total austeridad, por la situación precaria en que había dejado a la Unión Soviética la guerra recién acabada y por la situación de semidesgracia en que la poeta se encontraba (ella no admitía que la llamaran “poetisa”).
Su gran prestigio era anterior a la revolución y había crecido en los primeros años de ésta, pero desde las grandes purgas de intelectuales de los años treinta era tolerada sólo a medias, publicada con cuentagotas y severamente censurada. Pese a ello su popularidad era inmensa; sus poemas circulaban en hojas sueltas y eran copiados y aprendidos de memoria por millones de personas. Su primer marido, el padre de Lev, había sido ejecutado por Stalin acusado de conspirar contra el régimen soviético.
Otra cosa segura es que a lo largo de la noche corrieron abundantes lágrimas. Ella lloró recitando sus poemas y hablando de Pushkin, de Dostoyevski, de Kafka y otros escritores amados, y también cuando, abriendo progresivamente sus recuerdos, desplegó ante un Isaias Berlin en estado de trance su infancia, su adolescencia, la desaparecida sociedad en la que había crecido y los padecimientos en que estaba sumida desde hacía tantos años.
En el ensayo en que evoca aquella noche, en Personal Impressions, Isaias Berlin confiesa que, él también –algo insólito en quien era la reserva personificada– volcó su intimidad más recóndita ante la Ajmatova como no lo había hecho nunca antes ni lo haría después.
No sólo el genio literario de su interlocutora deslumbró a Berlin. También la extraordinaria personalidad de esa mujer en la que una delicadeza exquisita, muy femenina, coexistía con una firmeza de acero para resistir el sufrimiento y no quebrarse a pesar de estar perfectamente consciente de que, en el país en el que vivía y al que, pese a todo, amaba sobre todas las cosas y del que había decidido no apartarse jamás, no habría ya nunca para ella paz ni seguridad.
Qué hechizó a la Ajmatova de Isaias Berlin? Ante todo, el ruso que hablaba, tan refinado y tan culto, tan tradicional, y su conocimiento exhaustivo de libros, escritores y poemas que la nueva sociedad soviética había ya enterrado como antiguallas burguesas despreciables. Lo bien que conocía la obra de ella misma y la devoción que le mostraba. Y el hecho de que viniera de una Europa occidental a la que, según el testimonio del propio Berlin, todos los intelectuales soviéticos, aquejados de claustrofobia por el encierro forzoso y por la censura que los incomunicaba de sus colegas occidentales, idealizaban de una manera a la vez ingenua y grandiosa.

¿Hubo promesas recíprocas, algún proyecto a largo plazo que enredara ambas vidas de manera permanente? Los indicios son que sí los hubo y que, al menos, la Ajmatova pensó que aquella noche iniciaba una larga e intensa relación.

Pero las cosas no ocurren siempre en este mundo como quisieran los poetas, y menos en los dominios de Stalin. Este, que recibió pronto informes detallados de aquel largo encuentro, le comentó poco después al célebre Zhdanov, el comisario para asuntos culturales de la Unión Soviética: “O sea que ahora la monjita frecuenta a espías británicos, ¡qué te parece!”. El seudónimo de “monjita” se lo habían puesto los comunistas aludiendo a la espiritualidad y a la atmósfera religiosa de parte de su poesía. Después de aquello, la suerte de Anna Ajmatova quedó sellada.

Las autoridades soviéticas prohibieron en los siguientes quince años que se publicara un libro suyo y le cerraron el acceso a todas las revistas literarias. Nunca más se la autorizó a dar recitales. Se publicaron algunas traducciones hechas por ella, pero borrando su nombre. Su hijo Lev fue encarcelado de nuevo y sepultado en el gulag siberiano por trece años.

Todavía peor fue la campaña de descrédito lanzada contra ella por el Partido Comunista de la Unión Soviética y que duró años. Comenzó con una resolución del Comité Central, presentada por el comisario Andrey Zhdanov, en que llamaba a Anna Ajmatova “puta y monja” y la acusaba de deslealtad, oscurantismo y traición a los ideales soviéticos. György Dalos ha rastreado la miríada de insultos, abominaciones, fulminaciones y diatribas que inmediatamente después estallaron contra la Ajmatova a lo largo y a lo ancho de la Unión Soviética, firmados por la infame turba de los poetastros serviles y los intelectuales baratos. ¿Cómo pudo soportar esos años de soledad, terror, amenazas, injurias, esa mujer apestada? Por ese temple de acero que, según Isaias Berlin, se transparentaba en ella bajo sus maneras corteses y elegantes.

Lo más notable es que en esos años tuviera incluso el ánimo de escribir de memoria –a fin de que no quedara huella escrita que pudiera caer en manos de la KGB– los versos de Reunión, el poema que, según dijo Joseph Brodsky (discípulo de la Ajmatova), pasaría a ser con los años uno de los más admirables testimonios de la resistencia espiritual y poética contra la tiranía estalinista.

De regreso en Gran Bretaña, Isaias Berlin intentó durante años, de manera infructuosa, retomar el contacto con Anna. A sus pedidos de que hiciera averiguaciones sobre su paradero, la embajada británica en Moscú respondía que, precisamente por la difícil situación en que la escritora se encontraba, era preferible no intentar siquiera comunicarse con ella. Once años después de aquel encuentro –“el más importante de mi vida”, escribiría Berlin–, en 1956, el intelectual británico regresó a Moscú y, a través de su amigo Boris Pasternak, intentó ver a Anna Ajmatova. Esta le rogó que no la visitara y sólo accedió a que la llamara por teléfono, de modo que los espías del régimen comprobaran que en ese diálogo no había nada que pusiera en peligro la seguridad del proletariado soviético.

Todavía se vieron una vez más, en Oxford, luego del momentáneo deshielo de los sesenta. En 1965, Isaias Berlin y otros profesores gestionaron un doctorado honorario en Oxford para la gran poeta, a la que las autoridades de Moscú permitieron viajar a Inglaterra.
El reencuentro, cuatro lustros después de la noche en Leningrado, fue frío y, al parecer, muy doloroso para Anna Ajmatova. Esta, al echar un vistazo a la suntuosa residencia donde vivía Isaías Berlin con su mujer, Aline –una francesa de fortuna–, Headington House, comentó con ironía: “Así que el pajarito ha sido encarcelado en jaula de oro"